bitacora Viajera / capitulo 2

 En lugar de dirigirnos a Santa Clara del Mar, lugar donde nos hospedaría el tío de Benjamin (quienes no se veían hace ya varios años), entramos a Mar del Plata; consideramos que resultaba demasiado tarde y al mismo tiempo demasiado temprano para que alguien recibiese visitas. Muchas luces y personas en la orilla del mirador que se extiende a lo largo de toda la ciudad, se trataba del mágico momento donde la gente del lugar se levanta para correr y se cruza en un mismo espacio con la gente de visitante que sale de los boliches. Intercambios, miradas, risas y hasta un poco de miedos. Más de una persona desahogó un grito desgarrador contra y a favor de nuestra fortaleza bordó.
 Nos dirigimos hacia un pequeño bosquecito cercano a las playas del faro, donde Pablo recordaba haber acampado unos varios días hace ya unos varios años con "la Negra" para no pagar un hotel en uno de sus viajes relámpago. Estacionamos el auto en un espacio verde entre medio de dos rutas y penetramos el ya claro bosque hasta llegar al mar. No voy a ponerme sentimental, sobre el primer contacto con el agua me limitaré a decir que fue un momento lindo y que mojé el único par de zapatillas que llevé (las cuales no pude secar hasta estar de regreso en Capital). Realizamos registros de mar, salida del sol y nosotros tocando una canción con un ukelele.


(foto Benjamin Garay)

 A eso de las 7:00a.m los 3 integrantes teníamos demasiada hambre, los estómagos crujían y las preguntas ya solo se dirigían a saciar la necesidad de la ubicación temporal y si era coherente que una panadería esté abierta a esa hora. El hambre fue un común denominador, un factor determinante, algo que, decididamente, uniría y fortalecería nuestro vínculo durante todo el viaje.
 Domingo a la mañana. Decidimos ir en busca de comida y "hacer tiempo" hasta que sea un horario apropiado para visitar al tío y que nos entregue la llave del departamento. Recomendé ir por la calle Alem, me pareció lógico que hubiese alguno que otro kiosco o panadería por ahí, no recuerdo cuanto tiempo demoramos ya que dormité constantemente en ese trayecto. Es interesante como funcionamos en esos estados semi-dormidos; en mi caso -no se ustedes-, mi cabeza empieza a armar una situación visiblemente impecable, con sus respectivos dialogos, y está ahí, existe, en carácter de pre-sueño podría decirse que nos situamos en un estado de semi-conciencia, no existe el tiempo y cuando regresamos no sabemos efectivamente si estabamos dormidos o que pasó. Mucho semi y mucho pre, floja definición, mucha duda, desorientación. 
 Paramos a preguntar por panes y un personaje nos confesó que no sabía nada, pero que a 10 metros había un kiosco. Compramos entonces ahí mismo unas papas fritas a 7 pesos y unos mini-biscochitos los cuales comimos en la vereda acompañados de quien luego reconoceríamos como un nuevo y vital integrante del grupo: el Jurel al natural. 



 Nunca ninguno había experimentado tanto placer en el primer bocado y tanto rechazo en el ultimo. Jurel ese día se cargó el estomago de los tres. La persona que nos dijo no saber nada se acercó luego tímidamente y nos señaló la vereda de en frente, entre risas y repletos de Jurel nos "avivamos" que enfrente de nuestras narices había una panadería.

Continua...

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